Fuga de cerebros

Jose S. Azcona Bocock

Uno de los factores más importantes que retrasa nuestro desarrollo es el fenómeno denominado “Fuga de cerebros”. Este se refiere a la alta proporción de emigración de parte de la minoría (primariamente de jóvenes) que tiene acceso a la educación superior. El fenómeno es más acentuado en los casos en que hay conocimientos técnicos especiales o educación en el exterior.

Emigrar es un derecho humano básico. Cada persona puede dejar su país de origen, sin más obligaciones que las que indiquen sus lazos emocionales o valores propios. El interés de una persona joven y de sus familias puede ser bien servido aun representando una pérdida para la colectividad.

La emigración de profesionales viene a tener un carácter más permanente que la de tipo general. Por su naturaleza, los mismos rápidamente desarrollan arraigo en su nuevo hogar, con pocas opciones de ver una posibilidad de regresar. Esto va acompañado de estar completamente rodeado de poblaciones extranjeras, por lo que el arraigo a Honduras va disminuyendo y es muy difícil de transmitir a la siguiente generación.

La pérdida se da porque nuestra economía tiene capacidad limitada de entrenar profesionales y técnicos capacitados. Entendemos que cada quien logra salir adelante por su esfuerzo propio y el de sus familias, pero la suma de recursos con que cuenta la sociedad es la totalidad de los que cada uno tiene en particular. Por tanto, en una sociedad con pocas oportunidades, el retiro de estos miembros del mercado laboral se siente más. Por tanto, este es un problema que debe ser reconocido como tal y que debe ser discutido como algo sobre lo que se debe de tomar acción. 

Las quejas de los jóvenes que en muchos casos estarían anuentes a quedarse, son múltiples. Entre estas tenemos el tamaño de la economía que no da para pagar salarios tan altos, las limitadas oportunidades en muchas áreas que son estáticas, la inseguridad, las limitantes culturales, y el retraso e intolerancia social.

Los empleadores deben ser más agresivos en ayudar a reclutar y emplear a estos jóvenes. Esto incluye crear pasantías y espacios de familiarización durante el periodo de estudio. Igualmente, dar prioridad al momento de crear plazas a oportunidades para personas de recién egreso (de universidad y maestrías) estudiadas en el exterior o con excelencia académica. Esto incluye los salarios (por experiencia sabemos que no pretenden ganar lo mismo que en el exterior, pero que haya una convergencia), lo interesante y el reto del trabajo, y las oportunidades de crecimiento.

Las familias y la sociedad deben apoyar también. Es necesario acomodar la cultura y expectativas de los jóvenes en estos ambientes sin promover la haraganería. En el caso particular de las mujeres, considerar su carrera menos importante que la de los varones y la presión de obligaciones familiares discriminatorias (presentes y esperadas futuras) promueve la migración de una manera sustancial. 

Se debe aumentar la oferta de personas preparadas generando una mayor cantidad de becas a buenos estudiantes tanto localmente como en el exterior. La clave para la efectividad de estas becas (tanto privadas como gestionadas por el estado a través de gestiones bilaterales) es la obligación del retorno. Las becas Fulbright de Estados Unidos (de la cual soy becario), las Chevening de Gran Bretaña, y algunas otras, son un ejemplo de esto al establecer el retorno como una obligación practica y legal. Sin obligación de retorno, el interés social no se cumple, por lo que la capacidad de gestión se debe dirigir a incluirlo.

El problema de la Fuga de cerebros es de la sociedad. Debemos tener presente buscar cómo dar más oportunidades de educación a los jóvenes y también dar oportunidades de todo tipo para que permanezcan con nosotros. Los beneficios de romper este ciclo histórico de sangrado de talentos serían enormes y sorprendentes.