Las tradiciones religiosas nos dicen que los humanos somos los custodios de la tierra, con poder de dominio sobre las demás criaturas. El humanismo define a nuestra especie como la única poseedora de razón, y por tanto de derechos naturales. El tema del maltrato animal ni siquiera se consideraba algo desaprobado hasta hace unos siglos, y en ley hasta hace unas décadas.
Aun con esta historia y base intelectual, nos resulta evidente (sin necesidad de analizarlo) que tenemos una responsabilidad de cuidado y atención con los animales. Instintivamente, rechazamos la crueldad y tenemos empatía con sus sentimientos, y sabemos que son seres vivos que comparten nuestro entorno. Esto genera una obligación, aunque indefinida, para asegurarles no ser expuestos a dolor o sufrimiento innecesario.
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