Una de las mayores manifestaciones de la desigualdad de oportunidades es el costo de acceso al crédito. Las discrepancias en el acceso producto del alejamiento geográfico, falta y dificultad de construir un historial, pocas y precarias garantías, y falta de conocimientos del tema es sustancial. Estas dificultades magnifican los efectos de la marginalidad al formar parte de un ciclo vicioso que se refuerza continuamente. Por tanto, las personas que menos tienen, están condenadas a pagar intereses altos y ser vulnerables a distintas formas de abuso. En grandes sectores de la sociedad no se opera con empresas, por lo que este problema no solo limita las finanzas personales, sino también las actividades productivas y comerciales.
El crédito informal, por vía de prestamistas particulares, tiene la desventaja de tener unos intereses altísimos. El problema es agravado (por obvias razones) porque en muchas zonas este se encuentra en manos, directa o indirectamente, del crimen organizado. El crédito informal además no construye historial de riesgo ante terceros, por lo que resulta difícil ir expandiendo la capacidad de acceder a más fondos en mejores condiciones.
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