“Alta es la noche y Morazán vigila”, escribe Pablo Neruda. Cuando estudiamos la historia de Honduras y Centroamérica en el periodo revolucionario e independentista temprano (1808-40) vemos la enormidad del proyecto en el que estaban enfrascados Francisco Morazán y José Cecilio del Valle (cada uno a su forma), y la enorme tragedia de su fracaso. Esta tragedia fue inmediata, pero sus implicaciones futuras causaron un trauma originario que nunca hemos logrado superar.
La historia muestra cómo la caída de un imperio o la disolución de un estado resulta en una penumbra sobre la vida social, económica y política de su población. La caída del imperio romano de occidente representa el clásico ejemplo histórico. En nuestro caso fue triple la caída: la unión de los reinos de España, el Virreinato de Nueva España, y luego la Unión Centroamericana (primero Capitanía General y luego federación). La heroica lucha por sostener cada nivel antes de su fragmentación y pérdida son la historia de los dos mayores próceres de la historia centroamericana: José Cecilio del Valle y Francisco Morazán. Que el uno luchara con las letras y el otro con la espada, los hace figuras complementarias en el estudio de esta gloriosa pero triste historia.
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