El involucramiento de la fuerza armada del estado como soporte de la acción política de los gobiernos es una tentación muy fuerte. Esta se da primariamente en los casos en que un gobierno está intentando hacer crecer sus capacidades o se encuentra bajo amenazas crecientes. Tener a la mano un recurso organizado, comprometido con la obediencia a la autoridad, con importantes capacidades ejecutivas y posiblemente con un alto capital social, incita el deseo de los gobernantes de utilizarlo para sus fines. El riesgo es que, al hacer uso de este para estos menesteres, se puede contaminar y afectar tanto sus intereses institucionales como los públicos. Es importante estudiar cómo se han dado estos casos para derivar lecciones e intentar prevenirlos.
Los estados antiguos no hacían distinción entre el militar y el civil. El ciudadano romano tenía la condición de soldado de forma automática y los mandos militares se alternaban con los civiles en una carrera de liderazgo. El estado medieval era militar en su naturaleza, ya que la naturaleza original del servicio feudal por el cual se asignaban tierras era el de las armas.
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