La creación de mundos o sociedades imaginarias ha servido a lo largo de la historia para cumplir varias funciones interesantes de análisis y comentario de la situación en que se vive. Esto no abarca la fantasía pura ni el escapismo superficial, cuyo fin es entretener y distraer la mente. No comprende la historia alternativa ni conjeturas que tengan poca relación con el presente. Es más bien una herramienta sutil y versátil que ha permitido crear espejos de la realidad, advertencias, o visiones aspiracionales.
El uso de estas figuras ha permitido hacer crítica de temas prohibidos y evitar la persecución del inquisidor o la policía. Al plasmar la acción en un espacio paralelo, se reducen las presiones de conformar con los dogmas establecidos y permiten mucha más libertad de creación. La narrativa también contribuye a la universalidad, ya que una narrativa enmarcada en ciertas condiciones específicas de cultura, tiempo o entorno, puede ser menos relacionable para lectores futuros que una realidad alternativa.
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