Publicaciones en Administración pública
Los cuatro pilares de la seguridad publica

El arma principal de la sociedad contra la violencia es la Ley. No únicamente como determinante de las relaciones de respeto que la ciudadanía debe tener entre sí, además como un sistema que inspire temor a quienes pretendan transgredirla. Para que este respeto sea efectivo, es necesario que sistema lo inspire en todos sus componentes, ya que las deficiencias estructurales en alguno de ellos limita la eficiencia del conjunto.

La principal debilidad del enfoque tradicional en política de seguridad publica ha sido la concentración en algunos aspectos, generalmente los más visibles, o los que la opinión publica demanda a corto plazo. Son tradicionales el despliegue de efectivos de las Fuerzas Armadas en apoyo a los órganos de seguridad publica, y los anuncios de desarmes generales. Estas medidas pueden ser disuasorias (a un costo altísimo y con un efecto transitorio) sin atacar la naturaleza del problema. Aun medidas más sustanciales como el incremento de efectivos policiales y creación de unidades especializadas solo tienen un efecto limitado.

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¿Quién paga nuestras campañas?

Cuando una empresa de automóviles, gaseosas, o comida nos venden su producto en anuncios, nosotros sabemos quien lo paga, y que resultados tangibles espera. El anunciante sabe que para vender su producto este debe ser bueno, pero también debe publicitarlo. El éxito en nuestro sistema político también depende de dos factores principales: simpatía popular y dinero. Ambos factores son influyentes, en diferente escala según las circunstancias, pero su impacto en el proceso y la forma como se manifiesta es fundamentalmente distinto. Es imprescindible en una democracia que la manifestación de ambos factores sea limpia, transparente y ordenada.

En la manifestación de la simpatía popular hemos avanzado mucho. Hemos eliminado la coacción y la represión como instrumentos electorales validos. Se han separado las votaciones de los diferentes cargos de elección popular y se están abriendo los espacios de participación. Sin embargo, el poder del dinero sigue siendo tan subterráneo, arbitrario y peligroso como siempre. No existe ningún mecanismo que permita ordenar, o al menos conocer, quien paga por nuestras campañas políticas. Si no logramos corregir esto, no solo nuestra democracia continuara siendo un sueño, sino que intereses oscuros y desconocidos continuaran manipulando nuestro proceso político.

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