El general revolucionario y después presidente de México, Álvaro Obregón, dijo: “No hay general que aguante un cañonazo de 50,000 pesos”. No comparto la cínica observación sobre la naturaleza humana implícita en este comentario, pero esta nos ilustra dónde están las debilidades en la contratación pública y las herramientas para mitigarlas.
En primer lugar, hay que reconocer que la mayor facilidad para dañar el interés público está en la negociación y suscripción de contratos. El lucro que se puede obtener del cambio en condiciones en esa etapa es muy sustancial y sujeto a muy poco escrutinio. Por eso se concentran las energías corruptoras en esta etapa como en ninguna otra.
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