Desbordamientos en el valle de sula

Jose S. Azcona Bocock

La cuenca del Valle de Sula es muy fértil y productiva, pero esta fecundidad viene acompañada de amenazas especiales que requieren consideración permanente.  El problema de los desbordamientos e inundaciones es producto de lo llano del terreno, que dificulta encausar las aguas de una enorme y lluviosa cuenca.  Esto representa un desafío que ha sido atacado a lo largo del tiempo por distintas vías.

El experimento mas exitoso de protección fue desarrollado por las compañías bananeras.  Mi abuelo fue “marionista” (operador de dragas) laborando con estas empresas desde los 1920s, por lo que tengo conocimiento inmediato de la prioridad que era el manejo de aguas durante este periodo.  Las cuadrillas (con voluminoso equipo) trabajaban a lo largo del año, siguiendo un plan maestro permanente, para mantener los canales de alivio necesarios para evitar inundaciones.  La (casi desaparecida) laguna de Jucutuma, y otras similares, estaban integradas a este sistema de manejo de cuenca.

Al desaparecer esta responsabilidad de las empresas bananeras, el estado asumió el rol de custodio.  La estrategia del mismo se centro en la construcción de bordos, bajo la Comisión Ejecutiva del Valle de Sula (bajo diferentes nombres), y embalses.  El éxito fue variable, pero no hubo una consistencia permanente en la calidad de manejo.

Para prevenir que el nivel suba es importante que el agua tenga un paso no obstruido hasta el océano. Existen tres formas principales de mitigación: intercepción por vía de embalses, retardo de escorrentía por vía de mantener y mejorar la vegetación en la cuenca, capacidad de evacuación del caudal, y protección de zonas bajas.

La protección por embalses se da reteniendo la mayor cantidad de agua posible durante el periodo de peligro. El Cajón cumple esta función (y lo ha hecho silenciosamente de forma efectiva a lo largo de su historia), pero se requieren mas represas. Se hacen escasos proyectos hidroeléctricos (especialmente privados) con prioridad únicamente a la generación. Esto a veces resulta en proyectos "a filo de agua" sin capacidad de retención, lo cual niega la función de protección de inundaciones que debe acompañar el desarrollo hidroeléctrico.

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Las represas del Tablón, Llanitos y Jicatuyo que debían acompañara El Cajón no se construyeron a pesar de tener décadas de estudios.  Otro efecto colateral benéfico que se pierde es la capacidad de utilizar el agua para irrigación o consumo humano. El repliegue del estado de la construcción de embalses por tanto ha resultado en una triple perdida en capacidad propia de generación, desperdicio de agua de riego, y de protección de inundaciones.

A veces parece nebulosa o mágica la conexión entre la protección de la vegetación y el tema del agua. Como dicen los escépticos del ambientalismo, el agua no desaparece. Sin embargo, sin la adecuada capa vegetal, esta escurre muy rápido imposibilitando su almacenamiento, causando erosión (que azolva los cauces- ver mas abajo), y aumentando el peligro de desbordes.

El manejo del cauce es otro desafío. Es importante tener el perfil en toda su longitud, y en los sitios que producen limitación al flujo es necesario trabajar en aliviarlos por medios mecánicos. Estos puntos muchas veces coinciden con los puentes, en los que a veces puede ser necesario extenderlos lateralmente si sus hombros interfieren con el flujo.

En el caso de las recientes inundaciones, al haberse dado a lo largo del Valle, es posible que esta desembocadura (u otros puntos) requiera trabajo en la construcción de canales de alivio. El dragado puede hacerse en tiempo seco, haciendo fácil y equitativa la extracción de materiales a privados (que ha sido manejado de forma arbitraria), o haciendo excavaciones por cuenta publica para eliminar los escombros.  El asolvamiento es el mayor causante de desbordamientos.  El nivel del agua no había llegado a destruir el antiguo puente ferrocarrilero del Ulúa, de mas de un siglo de existencia.

Se va a requerir atención permanente y una planificación inteligente para poder resolver estos desafíos trágicos y costosos.  Como sociedad debemos estudiar los fenómenos, para acompañar y demandar acción de parte del estado.

Versión Completa del publicado en Diario La Prensa 23 y 30 de noviembre 2020