Reduzcamos las barreras de entrada para los más pequeños

Jose S. Azcona Bocock

Lanzar cualquier tipo de emprendimiento o ejercer una actividad productiva tiene una cantidad de incertidumbres y dificultades por su naturaleza. Estos riesgos naturales son agravados por circunstancias o deformaciones que afectan a todos, pero especialmente a los más pequeños o nuevos. Generalmente, las economías que logran superar este problema lograrán un crecimiento sostenido, ya que se requiere la mayor cantidad de motores posibles para impulsar el desarrollo económico.

La concentración económica es un proceso que se da de forma automática en las economías. Existen muchas actividades en las que se van reduciendo las personas o empresas que participan, porque las ventajas de escala en eficiencias y costos van en aumento. La industria automovilística, aerolíneas, y otras a nivel internacional son un ejemplo de esto. La ventaja no solo se da dentro del mismo rubro, sino que se lleva a participar en otros. Para una empresa constituida, competir en otros rubros le puede resultar más fácil que para un pequeño que sea especialista.

La ventaja no es absoluta, y varía por rubros. Por ejemplo, en servicios personales y actividades que requieran una inmediatez geográfica o confianza no se da este fenómeno. Una práctica médica, legal, o un contratista de fontanería o eléctrico residencial, está mucho menos en riesgo que una actividad industrializada. Pero sus posibilidades de crecer son afectadas de forma cada vez mayor al intentar expandirse.

Entonces, el capitalismo ya tiene en su modelo de competencia un sesgo que favorece a los grandes a expensas de los pequeños. Es difícil abrir nuevos negocios, crecer de una base pequeña o independizarse. Los efectos del sistema son magnificados por la tramitología, obligaciones legales y tributarias, y problemas de acceso al crédito que afectan más a los pequeños. Por tanto, es necesario mitigar y compensar los mismos para poder lograr construir una economía democrática.

La tarea del gobierno, en sus competencias, es bastante clara. Los costos en tiempo y capacidades administrativas de cumplir con las obligaciones deben reducirse al mínimo posible. Estos inciden de manera inversamente proporcional al tamaño, ya que el trámite puede requerir el mismo esfuerzo independientemente del volumen. Hemos discutido y propuesto formas de pasar a plataformas electrónicas y reducir la carga burocrática. Los programas gubernamentales deben ser lo más sencillos y uniformes y estables posible. No se trata de reducir las obligaciones legales y monetarias con el estado, sino solamente de reducir los costos asociados con llegar a cumplirlas.

El problema no incluye únicamente al gobierno. Los trámites bancarios, servicios logísticos y trato como proveedor o cliente tienen un marcado crecimiento en calidad y eficiencia con el tamaño. El tradicional refrán "así como es el sapo es la pedrada" funciona en la práctica a la inversa: el conocedor del mercado o el que tenga accesos personales privilegiados tendrá un trato preferente.

Estos problemas son agravados por la ventaja que se da en las contrataciones de cualquier tipo a los prestadores existentes. La comodidad, simplicidad de manejo, compadrazgo y simple inercia conspiran para hacer difícil el abrir las puertas para otros. Generalmente, los procesos dinámicos, competitivos y abiertos de contratación pueden ayudar a lograr más inclusión. La generosidad en compartir información y dar condiciones de acceso puede resultar en grandes beneficios. La economía en general se fortalece de que haya más capacidades repartidas horizontalmente, aumentando la capacidad de todos a través de la competencia y emulación. 

Por tanto, el problema de las barreras de entrada es algo que afecta a todos, pequeños y grandes. Para construir una economía moderna, será necesario apoyar su democratización. Contrario a una idea prevalente, no se trata de darles ventajas adicionales, sino más bien de reducirles las cargas injustas y desproporcionadas que los ahogan.