La devaluación y la política monetaria
Jose S. Azcona Bocock
La política monetaria (para los que no somos economistas) se puede resumir a rasgos generales en regular el valor de la moneda con respecto a metales preciosos o divisas extranjeras (el dólar en nuestro caso). La política puede ser de sostener o incrementar el valor (reduciendo la oferta), o de buscar reducirlo con una devaluación.
Los diferentes cursos de acción tienen ventajas y desventajas. Las monedas de alto o bajo valor solo son “buenas” o “malas” en función de que reflejen una realidad y sean una herramienta de estabilidad y crecimiento. Por ejemplo, Estados Unidos aduce que China mantiene artificialmente bajo el valor de su moneda dando ventaja desleal a sus exportadores a expensas de sus consumidores (y de las exportaciones de EE. UU.).
El valor alto de la moneda hace más barato lo importado, beneficiando al consumidor. Además, ayuda a conservar el poder adquisitivo de cualquier ingreso fijo, como por ejemplo un salario, ya que la corrección de los valores devengados siempre va atrás de la devaluación.
En el caso de la devaluación, esta beneficia el exportador ya que los gastos locales se vuelven más bajos en términos de la divisa, haciéndolos más competitivos. Además, ayuda a la salud de las finanzas públicas, ya que devaluar con las erogaciones indexadas a moneda local es una manera sencilla de mejorar el balance del presupuesto. Usar la devaluación por motivo de finanzas públicas a largo plazo ha tendido a ser la marca de un gobierno irresponsable.
A lo largo del periodo del declive del Imperio Romano entre los siglos 2 y 5 después de Cristo, la moneda iba gradualmente perdiendo valor. Por ejemplo, se sacaban de circulación 100 denarios y con la misma plata se acuñaban 125, perdiendo un 20% de su valor. Esta acción de forma continua de financiar el déficit de los enormes gastos militares usando el cuño fue un acompañante de la caída del Imperio.
A lo largo del tiempo, las monedas se definían en función al monto de metal precioso que contenían. Los avances de la economía mundial fueron reflejándose en la evolución de la moneda. Para finales del siglo XIX e inicios del XX el metal precioso solo existía como una reserva y no circulaba libremente. Por tanto, un proceso de devaluación sería al igual que en tiempo de los romanos una disminución del metal precioso en la unidad monetaria, aunque este no circulara.
El sistema de Bretton Woods, establecido en 1944, creó un sistema de intercambio fijo, que con un mecanismo limitaba los procesos de fluctuación de los valores de las monedas. Durante su vigencia plena entre 1944 y 1971, ayudó a crear una estabilidad monetaria y cambiaria sin precedentes en el mundo. Sin embargo, el valor de minerales preciosos tenía progresivamente menos relación con la actividad económica, y los desbalances y complejidad de los mismos fueron creciendo. Finalmente, esto causó que el sistema se volviera obsoleto.
En 1971, Estados Unidos abandona el patrón oro de forma casi simultánea con las demás economías avanzadas, lo cual hizo que las monedas comenzarán a flotar unas con otras. A partir de entonces comienza el movimiento dinámico de los valores de las monedas que eran fijados sin ningún ancla común. En el mundo moderno, la moneda de los países con superávit comercial tiende a querer subir de valor, y las que tienen un déficit tienden a querer bajar. Este es un mecanismo automático para corregir de las balanzas comerciales.
En el caso de Honduras, hasta que se constituyó El Banco Central en 1950, ni existía ni podía existir una política monetaria. Esta función se había delegado a la banca privada, o circulaban monedas extranjeras o remanentes de moneda colonial. Entre ese período y hasta inició de la década de 1980, la estabilidad de la moneda estaba garantizada por la escasa demanda de importaciones, fuentes estables (aunque pequeñas) de divisas, y presión presupuestada manejable. Comenzando con la crisis petrolera de 1973 comenzaron a surgir presiones que luego saltarían a la superficie. Ya para finales de esa década comenzaron algunas restricciones cambiarias.
El desbalance se fue volviendo mayor, y se pasó por un sistema de control de cambio hasta 1990, una devaluación discrecional posteriormente, y finalmente el esquema de subasta. Al establecerse este mecanismo en 1996, se logró crear una forma institucional de modificar el valor del Lempira. Esta limitó mucho las posibilidades de daños o beneficios particulares en los cambios de las condiciones cambiarias. Simultáneamente se creaba una forma ordenada de poder ir modificando el valor de la moneda de acuerdo a los requerimientos de la economía.
El mecanismo garantizaba un deslizamiento inferior al 5% anual, que se ha conservado aun liberalizando parcialmente el sistema. Esto eliminaba el miedo y falta de confianza que había en la posibilidad de un desplome abrupto del valor del Lempira. Las tasas de intereses en lempiras gradualmente se fueron corrigiendo para reflejar esta mayor confianza. Durante el período de 2004 a 2011 no hubo deslizamiento del valor de la moneda, aunque sí continuó el proceso inflacionario.
En el 2011 comenzó el proceso de evaluación de nuevo, por motivos fiscales más que de balanza de pagos. Aunque la estabilidad había hecho nuestra economía menos competitiva para la exportación, el compromiso que se asumió de forma internacional con los organismos de crédito internacionales era primariamente por motivos de déficit.
Las lecciones de esta historia son que la política monetaria debe ajustarse a la realidad y a la estrategia de desarrollo y bienestar que tenga la sociedad. Conocer sus generalidades es útil para una ciudadanía informada.