¿Protección o libre comercio? Lecciones históricas
Jose S. Azcona Bocock
El conflicto entre proteccionismo y libre comercio ha sido de gran importancia en el desarrollo del pensamiento político moderno. Ambas vertientes cuentan con una ilustre historia intelectual y de experiencias prácticas. Igualmente, para ambos casos se encuentran ejemplos de mala aplicación que dañaron a una sociedad y su progreso. Esto se enmarca en una política de estado que puede dar preferencia al interés del consumidor (liberal) o productor (nacionalista). Estos términos son específicos al tema, y no guardan relación con los partidos políticos actuales.
El modelo de manejo del comercio internacional hasta el siglo XVIII era el mercantilismo. Este estaba basado en que la actividad económica no generaba crecimiento y en que los estados debieran de tratar de acaparar el mayor comercio posible (manifestado como oro y plata). Por tanto, se aspiraba a controlar con restricciones, aranceles y monopolios la actividad, lo cual resultaba contraproducente.
El liberalismo comenzó a desarrollarse gradualmente a partir del siglo XVII (especialmente en Holanda e Inglaterra). Este se basaba en aumentar la libertad individual a expensas del estado o gremios restrictivos, por lo que combatía contra la arcaica estructura mercantilista anterior. Los monopolios fueron cayendo a la vez que crecía el estado de derecho y la seguridad jurídica. La victoria emblemática del liberalismo fue la derogación de las leyes de cereales en Gran Bretaña en 1846, lo que abrió un periodo de progreso y crecimiento con mejora en la calidad de vida de forma continua por casi 70 años.
En paralelo se fue desarrollando una forma moderna de nacionalismo económico. Este era mucho más sofisticado y democrático que el mercantilismo tradicional. Se basaba primeramente en proteger los intereses de su propia población contra una amenaza de competencia del exterior. Este tenía su efectividad, como demostraron antes de 1914 Alemania y EE. UU. Estos países desarrollaron su industria protegiéndola con aranceles y otras medidas de estado.
Ambos esquemas conviven en una política económica. La aplicación puede depender del rubro y variar a lo largo del tiempo. Los ejemplos de éxito o fracaso dependen más de:
a) La probidad en la toma de decisiones. Estas deben ser para enriquecer a la generalidad y no a pequeños grupos. Japón, después de su derrota en la Segunda Guerra Mundial, conservó la estructura estatista de manejo de la economía derivada del régimen imperial anterior. Esta consideraba a los grupos económicos (zaibatsu) como agentes orgánicos del estado, y le daba una función de proteger y promover su crecimiento. Este no era concebido como rapacidad contra su propia población o gobierno, sino dirigido al exterior. Por tanto, decisiones honestas daban buenos resultados.
b) Decisión propia. Es importante que cada estado defina sus políticas de forma libre. El modelo colonial o semicolonial (India, África, China, entre 1800 y 1950) es el ejemplo más extremo. Por decisión gubernamental impuesta por la fuerza (China), o el control colonial político (India), se abrieron los mercados con preferencia a los de las potencias dominantes. Esto resultó en el colapso de las capacidades productivas propias, una desindustrialización, y empobrecimiento masivo. Un modelo impuesto desde el exterior tendrá a beneficiar a quien lo impone más que a quien lo aplica.
c) Libres de rigidez ideológica. Las ideologías tienden a confundirse en la práctica. En Latinoamérica hay ejemplos fallidos de nacionalismo económico y de apertura liberal. En ambos casos, las ideologías de los gobiernos de turno han tomado precedencia sobre las realidades encontradas en sitio. El problema se ha exacerbado cuando ambos modelos se han sucedido repetidamente (Argentina es un ejemplo interesante).
Los cuatro elementos anteriores son necesarios para tomar decisiones adecuadas. Es importante el que estos temas de discusión salgan al espacio de la opinión pública, para que, con información y criterio, se puedan tomar las mejores decisiones.