La persistente proliferación de unidades familiares encabezadas por madres solas en nuestro país es lamentable. Aún sin considerar los adversos efectos morales y psicológicos de este fenómeno, las consecuencias sociales y económicas para nuestro presente y futuro son alarmantes.
Siempre se ha pretendido que la solución a este problema sea cultural. Es decir, que a medida que avance el nivel educativo, las comunicaciones, y el acceso a información las personas irán tomando conciencia de las implicaciones negativas de tener hijos sin una organización familiar o los medios para criarlos con las condiciones adecuadas. Creemos que esta actitud pasiva no es apropiada para un problema tan severo y de tal magnitud. Por tanto, la sociedad debe desplegar todos sus recursos jurídicos para el combate de este problema.
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