La mejor medida del progreso y justicia de una sociedad es cómo trata a sus miembros más débiles. El trabajo doméstico, de forma tradicional y por excusiones formales (en el Código de Trabajo y legislación del salario mínimo), ha recibido un nivel de protección especialmente bajo. Las causas residen en la cultura y la historia, y la existencia de estas no eximen a la sociedad de la responsabilidad de corregirlas.
Creemos que la mejor forma de enmendar el problema es hacer que converjan las condiciones laborales con las de los empleos convencionales.
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