Transición y colapso demográfico
Jose S. Azcona Bocock
Mi artículo inicial publicado en 2020 abordaba la transición demográfica, un fenómeno de gran relevancia que rara vez se discute en nuestro país. La tasa de natalidad, que representa el número de nacimientos en relación con la población, continúa disminuyendo, y este descenso va de la mano con un aumento en la esperanza de vida.
Cuatro años después, la tendencia persiste, y es imperativo examinar los efectos y consideraciones asociadas a este fenómeno.
La comprensión de esta dinámica se facilita al emplear la tasa de fecundidad, que indica el número de hijos por mujer. Si esta tasa supera el umbral de equilibrio de 2.1, la población crece; de lo contrario, disminuye (sin tener en cuenta los efectos de la migración y el aumento en la esperanza de vida).
En la actualidad, en Honduras, esta tasa se sitúa en 2.4, lo que indica un crecimiento poblacional moderado (aproximadamente 1% anual, incluyendo el efecto migratorio). Sin embargo, se proyecta una disminución, anticipando alcanzar el valor de 2.1 para 2026-7. Este fenómeno se refleja en una pirámide poblacional donde la cantidad de nacimientos anuales se mantiene casi constante.
Después de este periodo, se vislumbran diversos escenarios potenciales que pueden ser modelados tomando como referencia la experiencia de otros países que ya han avanzado en este proceso. Estos escenarios pueden categorizarse como un descenso controlado, alcanzando tasas de fecundidad de 1.7-2.0 (por ejemplo, en Europa Occidental), o un colapso, donde las tasas descienden drásticamente, llegando incluso a valores tan bajos como 0.8 (como se ha observado en Corea del Sur y Hong Kong).
Un índice de fecundidad de 2.1 aseguraría que la población se mantenga constante en la próxima generación (ceteris paribus), mientras que un valor de 1.7 representaría aproximadamente un 80%, y un índice de 1.05 apenas garantizaría la mitad de la población actual.
Es importante destacar que el término “colapso demográfico” generalmente hace referencia a una disminución significativa y sostenida de la población en una región o país, y sus consecuencias, puede suscitar preocupaciones tanto a nivel social como económico.
A pesar de la opinión significativa de que las poblaciones humanas no deben expandirse aún más, un descenso abrupto conlleva numerosas consecuencias negativas. El colapso demográfico puede dar lugar a una disminución en la fuerza laboral, un envejecimiento de la población, desafíos económicos y sociales, así como presiones sobre los sistemas de seguridad social.
Frente a estas situaciones, gobiernos y comunidades suelen implementar políticas destinadas a abordar estos problemas, como incentivos para incrementar la tasa de natalidad, fomento de la inmigración y medidas para mejorar las condiciones económicas y sociales.
Existen varias formas de compensar estos desafíos, entre ellas la robotización y automatización, estrategias que se observan con liderazgo en países como Corea del Sur y Japón. Además, el fortalecimiento de la población laboral mediante la inmigración se ha convertido en una estrategia adoptada por muchos países avanzados, ya que todos enfrentan niveles de fertilidad por debajo del reemplazo.
Mientras que los países menos desarrollados se benefician de un excedente poblacional que favorece el equilibrio, es crucial reconocer que a medida que los países del sur global reducen su crecimiento poblacional, será necesario implementar medidas para evitar que la migración sostenida resulte en un despoblamiento masivo. El equilibrio entre la gestión de la inmigración y la preservación de la identidad y sostenibilidad de las comunidades locales se convierte, entonces, en un elemento esencial en la agenda global.
Observando países con características similares, pero con un desarrollo más avanzado, como México, notamos que han experimentado una transición demográfica significativa. Han pasado de una tasa de fecundidad de 2.4, similar a la que tenemos actualmente, a 1.82 en el 2006, lo cual podríamos esperar para el 2042 en nuestro caso, considerando un retraso de 18 años.
No obstante, es importante señalar que no hay garantía de que la transición sea gradual, ya que Costa Rica, por ejemplo, se encuentra actualmente en una tasa de 1.5 con una tendencia a la baja, sugiriendo que nuestros países podrían llegar a niveles extremadamente bajos de reproducción. Este escenario, combinado con las expectativas de crecimiento o estabilidad en la migración, podría tener consecuencias de magnitud significativa. Es esencial estar alerta ante estas tendencias y considerar medidas anticipadas para abordar los posibles impactos socioeconómicos que podrían surgir en el futuro.
Indudablemente, el tema demográfico es de gran relevancia y demanda la atención de la sociedad. Al igual que otros desafíos, la construcción de una sociedad más humana y justa, que ofrezca oportunidades y acceso a la educación para todos, se presenta como la clave para forjar un futuro sostenible para Honduras.
Establecer cimientos sólidos en los aspectos sociales, económicos y educativos contribuirá no solo a enfrentar las complejidades demográficas, sino también a promover un desarrollo equitativo y sostenible que beneficie a toda la comunidad. La participación activa de la sociedad en este proceso resulta esencial para lograr cambios significativos y construir un mejor mañana para todos.