Bolsa de valores: Retomar vehículos financieros útiles
Jose S. Azcona Bocock
La crisis bancaria de finales de la década de 1990 tuvo dos consecuencias importantes en nuestro país. Por una parte, contribuyó a crear un sistema bancario más ordenado y confiable, lo cual se ha demostrado en algunos periodos desafiantes posteriores. Esto ha contribuido a que el nivel de bancarización de la población continúe en ascenso, con todas las ventajas que esto tiene para el desarrollo económico nacional y de las personas.
La segunda consecuencia fue negativa. Se le dio un golpe considerable al desarrollo del mercado de capital en las bolsas de valores. Esto abarcó el avance que había hasta la fecha y cualquier crecimiento en tipos de productos que pudo haberse desarrollado posteriormente.
Aunque los bonos del estado y bancarios se continúan colocando, la confusión y desconfianza producto de la crisis dejaron secuela permanente. Es importante tomar las lecciones y también ver cómo se puede retomar el desarrollo de este sector. Los elementos más importantes son el acceso a la información, las garantías y la reducción de la especulación.
Los inversionistas deben tener información en cuanto al tipo de riesgo que están asumiendo. Este puede ser diferenciado, con una posibilidad de mayor retorno con mayor riesgo. La obligación se puede acompañar de un seguro de deuda emitido por una empresa aseguradora o una garantía bancaria (o equivalente). Estos mecanismos de protección se pueden dar sobre la totalidad o parte de la inversión, y entre mayor es esta protección menor es la tasa de rendimiento. La función de los puestos de bolsa sería la de crear productos estandarizados y de fácil entendimiento.
Otro desafío es la confianza en la emisión. Los puestos de bolsa deben operar independientemente de los bancos (aunque tengan relación con los mismos), y a excepción que ellos mismos den la garantía o seguro de deuda, no deben dar a los clientes la impresión de que la obligación es garantizada por ellos. La capacidad de endeudamiento de los emisores debe ser limitada por la necesidad de conseguir seguros o garantías.
La deuda a corto plazo, desarrollándose en forma exponencial hasta constituirse en pirámide, fue un problema importante. La deuda a 90 días es casi imposible de cancelarse en el transcurso de las operaciones de negocios, causando que esta fuera refinanciada cada vez a un costo mayor (ya que compite con emisiones nuevas por el mismo capital).
En situaciones normales el costo de las garantías y emisión debiese hacer que sus retornos fueran menores, por lo que tendría un rendimiento menos atractivo. Se creó un mecanismo distorsionado de incentivos al hacer el cobro al emisor con el desembolso y no con los rendimientos. Esta tasa de desembolso alta, y no sobre el manejo, hace que el incentivo del puesto de bolsa sea la colocación (cuantas más veces repetidas mejor) y no la salud de su cartera.
Al pasar al mecanismo de cobrar principalmente por manejo se garantiza la rentabilidad de los participantes sin crear incentivos a la especulación. Una obligación a largo plazo, segura y confiable, se vuelve un instrumento bancable o sujeto de ser negociado en mejores condiciones. Esto ayuda a crear un mercado secundario que con la regulación y supervisión adecuada puede ser un motor de crecimiento.
Creemos que es en interés del desarrollo de Honduras el expandir la capacidad de los mercados de valores. Con el paso del tiempo esto debe resultar en espacios más inclusivos de participación financiera, tanto para las empresas como para las personas.