Democratización de los medios de ahorro
Jose S. Azcona Bocock
Para la construcción de una economía democrática de mercado, es necesario que la mayoría de la población tenga acceso a poder ahorrar y acumular capital de forma segura y con un buen rendimiento. La capacidad de ahorro repartida en la sociedad es un motor de desarrollo de inmensa capacidad para producir crecimiento futuro y garantía de bienestar y solidez para todos.
Los mecanismos de ahorro que tenemos actualmente se caracterizan por su precariedad (alto riesgo de pérdida), bajo rendimiento o limitación en cuanto a los productos disponibles. Estudiando estos tres aspectos, tanto el estado, las empresas y las instituciones financieras pueden trabajar juntos para brindar mejores condiciones.
El ahorro privado muchas veces tiene un carácter informal, donde la operación es de persona a persona y no está registrada. Puede haber una intención de evadir el fisco (no pagando el impuesto del 10% que correspondería por el interés) o la legislación de lavado de activos (en algunos casos), pero es primariamente por costumbre apoyada por la dificultad de legalización. Ninguna forma de ahorro paga tan buen rendimiento, pero el riesgo de perder los depósitos es alto por las mismas condiciones de informalidad. Se deben buscar mecanismos para hacer más fácil registrar estas operaciones, pero si se avanza en las otras áreas se irán volviendo marginales, como en una economía más desarrollada.
El ahorro, tanto en cuentas como a plazos, a través del sistema formal (bancos, cooperativas, etc.) tiene la ventaja de ser mucho más seguro, pero tiene un rendimiento esperado mucho menor. Las instituciones financieras pagan un interés diferenciado basado en el monto y el plazo con una gran penalidad para el pequeño ahorrante, que es precisamente el que tiene menos información financiera y capacidad de cotizar o negociar.
En muchos casos, las tasas de rendimiento no están publicadas y existen costos ocultos asociados a tener un ahorro. Es importante hacer que se publiquen las tasas de interés y otros costos asociados a las operaciones, y que las instituciones compitan entre sí ante el público con este criterio. Esto no es nada nuevo. Recuerdo que hace algunas décadas los bancos usaban los rendimientos que ofrecían a los depósitos como su mayor herramienta publicitaria. La disminución en los costos administrativos, producto de la tecnología, debe causar una convergencia en las tasas.
La colocación de deuda y otros instrumentos financieros que se pueden hacer a través de la bolsa de valores a particulares es casi inexistente. Como consecuencia de la crisis financiera nacional de 1997, se perdió el impulso que había en esta dirección. Creemos que con las mejoras en controles que ha habido en estas décadas se puede reactivar la participación particular en estas operaciones. Los riesgos y rendimientos son mayores que los asociados con las operaciones clásicas, pero se puede constituir un sistema de seguros de deuda, garantías bancarias y otros para poder diferenciar los riesgos de los productos.
El estado también puede abrir la subasta de bonos de deuda pública a cualquier postor. Los mecanismos de subasta electrónica permiten democratizar el acceso a este producto (igual que ocurre en muchos países). Los bonos del estado tienen un alto rendimiento y son fácilmente bancables, por lo que serían un cómodo y práctico instrumento de inversión para muchas personas.
Existen otras herramientas, como lo son los fondos de inversiones, compras fraccionadas de inmuebles y cajas comunales. Es importante tener conciencia de esta necesidad tanto en las políticas públicas como en la planificación de las instituciones privadas. Un acceso más democrático al ahorro es fundamental para lograr el crecimiento sostenido con equidad que buscamos.