Elecciones legislativas por distritos

Jose S. Azcona Bocock

Hemos visto una gradual mejoría en la representatividad de nuestro sistema político.  Si nos remontamos al primer ciclo de elecciones libres después de los gobiernos de facto (1981), vemos que los candidatos a los cargos de elección popular eran escogidos de “dedo” en convenciones de partido.  Además de esto, los representantes al congreso y las autoridades municipales eran impuestas y se votaba por ellas en la misma planilla que el candidato presidencial.  En cada elección subsiguiente se ha ido democratizando el sistema, hasta llegar a la ultima elección (1997), cuando se separo el voto en dos partes para elecciones internas (presidente y alcaldes), y en tres para elecciones generales (presidente, diputados y alcaldes).  El objetivo que debemos perseguir ahora es como volver la elección más democrática todavía, para garantizar que los que ocupan posiciones electorales en realidad representen los intereses del electorado.

Una reforma que contribuiría mucho a mejorar la representatividad es la de crear distritos electorales, en lugar de las planillas departamentales que se usan en la actualidad.  Se dividiría cada departamento en una cantidad de distritos proporcional a su población, y cada uno de ellos elidiría un diputado propietario y suplente al congreso nacional.  El que saque la mayor cantidad de votos en ese distrito se convierte en representante de esa región.

Este sistema posee muchas ventajas sobre el actual.  En primer lugar impone un lazo directo entre el diputado y el elector.  Cada ciudadano es representado por un diputado, quien le deberá de rendir cuentas al final de su gestión, y a quien puede acudir con sus reclamos y peticiones.  Con el sistema actual, cada diputado del Departamento de Cortes (por ejemplo), ¿a quien representa?  ¿ San Pedro Sula?  ¿La Lima?  A todos y a nadie.  Puede hacer un gran trabajo pero si no lo inscriben a las planillas la próxima vez no saldrá electo.  Puede ser un irresponsable, un indolente, o aun un criminal, pero si aparece en una planilla tiene su éxito asegurado.   Un diputado que representa un distrito será como los alcaldes en la actualidad: si no sirven no se reeligen, basta con ver los resultados de las ultimas elecciones.  Al responder a su electorado, y no a las cúpulas de poder, para lograr o mantener una curul el candidato sabrá muy claramente los intereses de quien debe defender para salir electo o defender su puesto.  Ningún dirigente le podría “dar línea” al representante ya que este tendría que vérselas con sus electores y explicarle por que recibe instrucciones de entes externos. 

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La segunda gran ventaja de la reforma seria una clara mejoría en el nivel de representatividad, ya que es lo que se pretende en el Congreso Nacional.  No se colarían personas sin representatividad o diputados que simplemente representan una facción política o grupo económico sino que a una comunidad o grupo de comunidades.  Nadie les podría imponer dirigentes a las comunidades.  Creemos que la mejor forma de obtener un congreso que refleje las aspiraciones de los diferentes sectores es uno en que cada diputado sepa a quien representa.

Se debe, sin embargo, mantener una representación para los grupos políticos minoritarios.  La solución consiste en instalar un sistema híbrido de representación, tal como existe en México y otros países, por el cual se elige una proporción de diputados (digamos, 65%) por distritos, y el restante por listas nacionales de partido, asegurando así representación a las minorías y a los intereses nacionales.  Para que este sistema sea realmente representativo, es necesario además asegurar que las planillas de los partidos políticos reflejen adecuadamente el sentir y pensar de sus integrantes.  Es imprescindible que exista una elección interna para integrar la lista nacional, de acuerdo a resultados individuales, y no de corriente (por las mismas razones mencionadas anteriormente).

 La implementación de esta reforma traería como resultado un Congreso Nacional que reflejara de mejor manera las aspiraciones y deseos del pueblo hondureño.  El compromiso de los diputados con los ciudadanos seria mucho mayor, elevando la calidad de los representantes.  Un poder legislativo realmente representativo seria su resultado final.  Y este uno de los pilares de la democracia a la que aspiramos todos y que no hemos podido alcanzar.

(2000, LT)