Énfasis en la calidad de la educación pública

Jose S. Azcona Bocock

Existen sociedades con un mayor nivel cultural o de desarrollo social que fueron desarrollando servicios de salud y educación de forma orgánica. Las comunidades construían sus propias escuelas de forma cooperativa y de igual forma financiaban su funcionamiento. La función de los gobiernos a medida que desarrollaban sus capacidades en educación era más de normar o apoyar (los países anglosajones son el caso más conocido). Este modelo depende mucho del capital social para poder operar, pero simultáneamente garantiza un alto nivel de supervisión y eficiencia.

Otro modelo, más centralizado, es el francés, que fue replicado en toda la América Latina. En este, el gobierno central absorbe y homologa las instituciones educativas, incorporándolas a un sistema centralizado bajo un Ministerio de Educación. Al día de hoy, se dice que la (o el) Ministro de Educación de Francia puede ver una hoja y saber exactamente qué están viendo todas las clases de cada grado en todas las escuelas de Francia, al ser completamente uniforme el programa. Este modelo garantiza más la cobertura y la estandarización, pero tiene los desafíos de burocracia y poco arraigo a las comunidades que sirve.

Por la escasez de recursos sociales, en Honduras fue el estado el que tuvo que tomar la iniciativa de desarrollar el sistema educativo. Solo el gobierno tenía la capacidad y recursos necesarios para construir un sistema de educación pública con cobertura nacional. Nuestro sistema se desarrolló más lento que Europa o América del Sur (algunos países tenían cobertura completa mínima desde el siglo XIX), pero con un impulso robusto para inicios de la década de 1990 se logró cubrir todo el país con educación primaria elemental. 

A partir de entonces, el estado continuó invirtiendo recursos en mejorar la extensión de la educación escolar de las personas, llegándose actualmente a una tasa de escolaridad media de más de ocho años, que es todavía bajo comparado con los países mas avanzados, pero muy superior a la histórica; y continúa creciendo. El valor que la población le da a los estudios (y el espíritu de superación de padres y alumnos) va a hacer que este número siga mejorando, sin lograrse las expectativas en conocimientos o productividad. El sistema que logró llevar la escuela a todo el país es insuficiente para hacernos dar el siguiente paso sin mejoras.

En esta etapa, el principal problema es el cómo garantizar y mejorar el nivel de la educación brindada, y es allí donde se manifiestan los desafíos de nuestro sistema centralizado. Este es un problema de sistema, y para atacarlo existen amplias experiencias que aplican independientemente de cualquier consideración política o ideológica. Estudiando la guía de la Unión Europea sobre calidad en sistemas educativos, encontramos varios principios que pueden ser válidos en nuestro caso. El esquema que validan incluye participación del gobierno en sus diferentes niveles, comunidades y magisterio en toda su jerarquía.

Esta guía propone que el sistema debe tener coherencia y estabilidad orgánica para asegurar que todos los actores se sientan parte de él. Se debe potenciar el desarrollo académico profesional del sector magisterial de forma colectiva e institucional, construir sistemas de rendición de cuentas entre los diferentes sectores, promover la innovación, mantener canales de comunicación y diálogo, fortalecer el arraigo y participación comunitaria, y desarrollar métricas cuantitativas y cualitativas.

Cada uno de estos principios es importante para poder desarrollar una educación pública de calidad. Es importante que haya un debate general público sobre las medidas específicas de mejorar la calidad de la educación. La fase a la que hemos entrado implica buscar una mejora en la calidad, en vez de solo extender una cobertura básica. Esto requiere más participación social, creatividad y flexibilidad de parte de todos.