La conquista y colonización de Honduras
Jose S. Azcona Bocock
La conquista de Honduras fue fruto de la espada y de la lágrima. En Erandique hemos traducido y publicado el libro La conquista y colonización de Honduras (1502-1550) de Robert Chamberlain. Aún con los avances en la investigación histórica desde el año 1955 en que fue publicado, la mayor parte de su relato continúa siendo verdad histórica aceptada.
Esta no es una historia de éxito o de progreso benévolo, sino una confusa mezcla de intereses personales y de facciones acompañada de crueldades y legalismos.
Un primer hallazgo es la explicación de la naturaleza del nombre y límites territoriales de Honduras. A diferencia de la creencia común, Honduras e Hibueras no eran la misma cosa, sino dos entidades geográficas que, por su proximidad, se fueron fusionando en una sola.
Honduras correspondía a la mitad este de los departamentos de Yoro, Atlántida y Olancho; en conjunto con la totalidad de Colón y Gracias a Dios. Hibueras (o Higueras, para usar la forma alterna) correspondía al resto del territorio.
El proceso de conquista no siguió un plan único, ni una unidad de acción de parte de sus líderes. Honduras quedaba en la intersección de tres fuentes de poder colonial: México, Panamá, y Santo Domingo. De la fricción y la pugna por controlar este territorio se enviaban diferentes expediciones y se establecían distintas formas legales para justificarles.
La mayor parte de la energía de los conquistadores iba dirigida a pelear o intrigar entre ellos mismos o contra sus superiores. La anarquía y el irrespeto a la ley permitían lucro, gloria y poder a las gestas de los conquistadores.
Aunque el proceso de conquista no buscaba sustituir o exterminar poblaciones, y más bien estableció mecanismos de protección a la población indígena (superiores a los de otras potencias coloniales), especialmente en su parte inicial, se procedió a esclavizar cantidades considerables de personas para su transporte a otras partes del dominio español.
La esclavización de la población indígena, sumada a las nuevas enfermedades y la construcción de un sistema de trabajo forzados en la agricultura (encomiendas) y la minería, produjeron una merma considerable de la población. Este resultado sí puede considerarse como genocida por los sufrimientos terribles de pueblos inocentes.
Queda plasmada claramente la resistencia de los pueblos encabezados por Lempira y Cicumba en dos intentos de conservar la Independencia perdida. Especialmente el intento de Lempira logró hacer tambalear al novedoso régimen colonial.
Si bien la guerra no dio el resultado esperado, la naturaleza guerrera recién probada contribuyó a la institucionalización del régimen con unas características menos inhumanas. Y en efecto, se contrasta en la historia el mejor trato dado en Honduras a la población indígena (especialmente despues de 1538) comparado con los vecinos.
Acompañando este traumático proceso de violencia, el modelo de colonización que lo acompañaba era de tipo extractivo. Los colonos no venían a sembrar la tierra, ni a dedicarse a ningún tipo de actividad productiva. La pretensión era vivir en un sistema feudal, que ya comenzaba a ser obsoleto en Europa, asumiendo el papel de hidalgos o señores. Por tanto, lo que recibía eran encomiendas o asignaciones de comunidades cuyos integrantes tenían una relación similar a lo de los siervos en el feudalismo.
En Europa esto había ido acompañado de una posibilidad de superación a través de la urbanización o de la iglesia. Estas avenidas eran inaccesibles para los miembros de los pueblos sometidos, y el desarrollo de las mismas no convenía a los que habían recibido estos privilegios feudales. Los beneficios (que eran menos considerables que en otras zonas de América por lo agreste del territorio y baja concentración de población) no iban a una metrópolis distante que no tenía forma de establecer un control efectivo a tan gran distancia, sino que los conservaban los encomenderos.
Es importante conocer y estudiar esta historia pues nos explica mucho acerca de la cultura de irrespeto a la ley y a los derechos de los demás, privilegiando el poder sobre la creación de riqueza, las desigualdades étnicas, y los patrones ineficientes e injustos de posesión de la tierra. Sin embargo, es una historia también de visiones de creación, valentía, generosidad, y de la posibilidad de un futuro de progreso, de ley y de justicia. Esto es parte de nuestra heredad, pero no nos condena.