¿Por que les creemos solo a los extranjeros?

Jose S. Azcona Bocock

Existe una inseguridad manifiesta como país de asumir responsabilidad por nuestras decisiones o aun simplemente creer en nuestros propios valores e instituciones.  Generalmente necesitamos reforzar las decisiones a las que hemos llegado con opiniones foráneas.

El estado invierte millones en consultores extranjeros (aunque obligado muchas veces) que muchas veces nos dicen lo que ya sabemos. Lo mismo ocurre con las empresas privadas, y en todo tipo de otras instituciones. Si le sumamos esto a la creencia de que cualquier declaración venida del extranjero tiene más validez o credibilidad que algo interno descubrimos de que nuestra propia auto estima es muy baja.

Si esto tuviese únicamente efectos psicológicos de hacernos sentir como una sociedad de segunda línea no sería tan problemático. Lo que ocurre es que del fenómeno de creer y hacer solo lo que los extranjeros nos dicen y piden que hagamos (aunque lo hagamos a regaña dientes) nos sirve a todos de una excusa muy conveniente para no hacer lo correcto.

Comenzamos con la política fiscal y económica del gobierno. Los organismos de crédito internacionales nos exigen que cumplamos con ciertas normas de gasto, previsión, y planificación de acuerdo a parámetros previamente definidos. Como representa una esfuerzo considerable debatir o priorizar propuestas de aumentos de impuestos o recortes de gasto tanto para el poder ejecutivo como para el legislativo, se vuelve mas practico esperar a que nos exijan a hacer los recortes presupuestarios (que no se cumplen) o los aumentos tributarios necesarios para redimir los desbalances. Se mandan al Congreso, se aprueban por la mayoría mecánica del partido de gobierno, y se les echa la culpa a los organismos externos.

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Este problema se refleja además en el estudio de la corrupción y otros actos públicos irregulares. Una denuncia local no tiene ninguna credibilidad pues se le atribuyen motivos políticos o de otro tipo. Para que la denuncia sea aceptada por la opinión publica tiene que ser dicha por un medio o un funcionario extranjero, lo cual nos exime de tener que confrontar a nuestros compatriotas cuando hacen algo indebido y al hacer de la parte acusadora un ente externo hacemos también que el delito sea algo que parece tiene que ver poco o nada con nosotros.

En el área técnica, vemos un desprecio manifiesto hacia el enorme talento nacional existente en casi en muchas ramas de la consultorio y la planificación, además de la discriminación hacia las empresas nacionales en la participación en ofertar para proyectos o concesiones. Esto limita el desarrollo de nuestras capacidades intelectuales y de ejecución propia.

Como vemos, la artificial deferencia que tenemos hacia personas, entes, y empresas externos nos puede servir de excusa para no tomar responsabilidad de nuestras acciones y de nuestro futuro. Como sociedad debemos estar concientes de los daños que tienen estas posiciones, muy cómodas para quienes toman decisiones.  Debemos forjar una confianza en nuestras instituciones, nuestros medios de comunicación, nuestras empresas y consultores, y nuestra capacidad de decidir nuestro propio futuro. Los países, que lo han logrado, para salir adelante han asumido este compromiso.

(2005)