Pueblos fantasmas

Jose S. Azcona Bocock

Lo más notorio al visitar a los municipios que rodean el Distrito Central es la despoblación y pérdida de actividad económica tradicional producto de la migración a la ciudad de gran parte de su población, y de la accesibilidad de servicios en la misma. Aunque la urbanización acelerada es algo que acompaña a la evolución de una sociedad como la nuestra, esto nos debe preocupar y además es un proceso que podemos controlar.

El modelo de expansión urbana para el siglo XXI, aún en países sub-desarrollados, es la desconcentración de las actividades industriales y de servicios a lo largo de un área geográfica dispersa. No se pretende sobre poblar los centros de la ciudad con los consiguientes incrementos de los costos de la infraestructura, sino desconcentrar hacia la periferia muchas actividades económicas que permitan el desarrollo equilibrado de toda el área metropolitana.  Un ejemplo claro de esto es el Valle de Sula, donde más de un millón de personas viven y trabajan en un área relativamente dispersa pero con un desarrollo complementario.

Este proceso se lleva más allá de los suburbios inmediatos, pues el área de influencia de la ciudad abarca todos los municipios circundantes.   La naturaleza del proceso hace que su economía tradicional sea deformada por la presencia de la ciudad.  Estos municipios se pueden convertir en entidades satélite (con identidad propia) que puedan brindar habitación, servicios, recreación, y productos primarios agrícolas a los habitantes de esta ciudad. Por tanto, no podemos permitir la muerte de los municipios periféricos ni creer que les es posible tener un desarrollo autónomo desligado de la metrópolis vecina.

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Es necesario entonces crear un sistema para toda la región central del Departamento de Francisco Morazán basado en que el desarrollo de los municipios aledaños al Distrito Central sea complementario al urbano de la capital. En estos municipios de debe incentivar la ubicación de actividades que se puedan ir retirando de la ciudad, en el sector primario (hortalizas, lácteos, etc.), secundario (industrias medianas, pequeñas, convencionales o maquiladoras), o terciario (centros de recreación, hoteles, restaurantes) y de vivienda.

Para lograr que esto sea viable es necesario que la infraestructura de estas comunidades y sus vínculos con la capital sean más eficientes.   Es necesario tener un plan vial único (no hay porque pasar por Tegucigalpa para ir de un municipio a otro), un sistema de comunicaciones local que abarque un área mayor que el casco urbano del Distrito Central (una llamada de Tegucigalpa a Amarateca o Santa Lucía se considera de larga distancia) y de transporte colectivo (algo intermedio entre urbano y Inter-urbano).

El crecimiento de las zonas urbanas a expensas del campo es algo que no podemos evitar. Sin embargo, es posible involucrar a todas las comunidades vecinas para mitigar sus efectos y asegurar un desarrollo más ordenado y una mejor calidad de vida para todos los ciudadanos de la región.

(2004, LT)