Servicio militar y libertades

Jose S. Azcona Bocock

En Honduras somos muy dados a promover soluciones simples para problemas complejos.  Muchas veces estas soluciones poco o nada tienen que ver con el problema que se pretende resolver.  El resultado predecible es que el problema no se resuelve, y pueden surgir otros nuevos.

La ultima generalización es de que las maras son producto de la abolición del servicio militar obligatorio, y que por tanto la solución es la reinstauración del mismo, disfrazado como servicio selectivo, enseñanza de oficios, etc.  Este análisis es simple, es fácilmente transmisible, y le da al que lo emite el aura de que “le importa la seguridad ciudadana”,  o “quiere hacer algo por resolver el problema.”  Pero como muchas propuestas en nuestro país, no son resultado de un análisis completo del problema que pretenden atacar.

En primer lugar, asignarle a las Fuerzas Armadas una función correccional no corresponde con su misión constitucional,  organización interna, ni la formación de sus miembros.  El sistema esta concebido para convertir en soldados patriotas y dedicados a muchachos sanos, sin una inclinación deliberada hacia la maldad.  Esta “función” viene de un mítico pasado en el cual los militares se llevaban a todos los muchachos descarriados y los convertían en hombres de bien. 

Esto nunca fue así (basado en la experiencia que tuve en unidades de línea de las Fuerzas Armadas), puesto que siempre se prefirió muchachos obedientes y disciplinados provenientes en su mayoría del área rural para llenar los cupos en las unidades militares.  Los mareros (o “pandilleros” como se les conocía antes) eran generalmente dados de baja con la mayor celeridad posible, por la negativa influencia en los demás jóvenes, problemas disciplinarios, y general desadaptacion a la vida militar.

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La mayoría de los ciudadanos desconoce que los recursos coercitivos en manos de un superior jerárquico militar son muy débiles para poder imponer la disciplina por la fuerza, sin un factor moderado de deseo y dedicación de parte del individuo.  Afortunadamente el golpe, el vejamen y el calabozo  se han ido restringiendo y esperamos que nunca retornen las circunstancias para su implementación. 

Otro problema era que una cantidad de exmilitares con tendencias delincuenciales se agrupaban en bandas dedicadas a cometer delitos, por lo cual el entrenamiento en el manejo de armas de personas con este perfil puede resultar peligroso para la sociedad.   

Como otra causa existe el clasismo oculto (a medias) entre  las clases dirigentes del país.  El servicio selectivo, por mas bien intencionado que sea, al momento de su aplicación resultaría ser una persecución del poder publico contra los miembros más débiles e indefensos de la comunidad. Cuando la carga de la defensa del estado cae desproporcionadamente en sus hijos más humildes de forma forzada, la sociedad esta negando su identidad democrática y el principio de igualdad ante la ley.

La brecha cultural es otro ultimo factor.  La mayor parte de la sociedad demanda acción contra los quebrantadores del orden publico.   Pero catalogar como delincuente o inadaptado y privar de su libertad a un segmento considerable de la población joven por el simple hecho de tener algunas normas culturales diferentes (música, vestimenta, organización social, etc.)  sin haber cometido un acto criminal es cruel e injusto, además de ser atentatorio contra nuestra identidad como sociedad democrática.

La justicia debe ser estricta contra las personas que delinquen, pero clasificar categorías generales de ciudadanos como delincuentes y privarles de sus derechos civiles puede ser el primer paso de un oscuro camino para Honduras.           

(2000, LT)