Vivienda urbana: desafíos

Jose S. Azcona Bocock

Las condiciones de las diferentes viviendas o habitaciones humanas pueden ser vistas desde dos ópticas: legal y física.  La legal primeramente refiere a la posesión, cuando es propia si esta es precaria o sólida, o si implica un alquiler a terceros o tiene otras limitaciones en su traspaso o goce.  La física se refiere a las condiciones materiales: acceso a servicios, condiciones del inmueble, elementos del entorno, densidad poblacional, y otros similares.

Los desafíos del sector son bastante considerables, en todas estas áreas.  Los más urgentes y visibles, por sus efectos inmediatos nocivos y persistentes, son los de la precariedad física y el hacinamiento.  Es decir tenemos viviendas apiñadas, y que no tienen las condiciones de servicios, ventilación, iluminación, e higiene que requerimos.   Si a esto le sumamos la mala geografía y falta de planificación, vemos el segundo problema que va ligado al anterior.  Este es la sobre extensión, que es que se tenga que vivir a gran distancia del trabajo o de los demás servicios que se requieran.

Ambos problemas los podemos también contextualizar con las tendencias, ya muy claras estadísticamente, de la reducción en los tamaños de la unidad familiar, y mayor movilidad de las personas.  Cada vez menos personas viven con su familia extendida, las familias tienen menos hijos, y los crecientes costos y tiempo de transporte obligan a las personas a necesitan estar más cerca de su trabajo u otra ocupación.

Hemos seguido a lo largo de los años los esfuerzos de diferentes gobiernos por dar solución al problema de vivienda en Honduras.  Si estudiamos el debate público y las proclamaciones oficiales vemos que primariamente se concibe como un problema de tipo legal de posesión, y de unidades familiares tradicionales con un arraigo físico.  Si bien esta es parte de la solución, el problema necesita ser visto desde una óptica más amplia.

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Para poder adquirir una vivienda, las familias o individuos necesitan tener el deseo a largo plazo de vivir en el lugar donde se encuentra la misma, que el precio sea lo más accesible posible, y la confianza de poder liquidar su inversión en caso de mudarse obteniendo una plusvalía.     Además, se requieren ingresos estables previsibles para evitar el riesgo de perder la inversión, y una prima o enganche que puede ser considerable.  Si una de estas no se cumple, se hace difícil que la compra se finalice, y un sector considerable de la población se queda sin acceso a vivienda.

Podemos atacar el problema mejorando lo atractivo de las ofertas.  La variedad de tamaños, ubicaciones, y configuración hacen más probable hallar una solución adecuada.  La vivienda popular no debe quedar condenada a estar en las periferias lejanas de las ciudades. Se pueden dar soluciones más densas y pequeñas en las zonas céntricas, y más amplias en la periferia.    Lo importante es que las personas puedan decidir basado en su criterio y preferencias propias, que les conviene.  Esto incluye viviendas individuales o multifamiliares, en complejos nuevos o en zonas ya desarrolladas, integrados a zonas comerciales o en áreas exclusivamente residenciales.

Otra solución es las unidades crecedoras, o parcialmente acabadas, que acercan más a la capacidad de pago de las personas.  Estas consisten en dejar un espacio físico o acabados que se completan a futuro según la capacidad de inversión de los propietarios.  El mejor ejemplo es las casas que desarrollaba el Instituto Nacional de la Vivienda (INVA) y el sector cooperativista en los años 1960’s a 1980’s, que incluían denominadas unidades húmedas (servicios sanitarios y pila), unidad básica (un solo cuarto, expandible), y otras categorías con espacio para crecer.  

Estas dos soluciones mejoran la cobertura que se puede dar con esta solución, pero no resuelven el problema de los ingresos estables, ni atienden los desafíos causados por la mayor movilidad y unidades familiares más pequeñas.  Para lograr esto, debemos considerar otras soluciones, que por ser vistas poco ambiciosas o glamorosas, no han recibido la atención que merecen.

Versión Expandida del publicado en Diario La Prensa, 15 junio 2020